Construir el amor en familia

Hace unos días celebrábamos el nacimiento de un niño que era la sonrisa de la creación, la cuna de la esperanza para la humanidad, la respuesta de Dios a los graves problemas de los hombres, la expresión más viva del amor que Dios tiene por nosotros…

Hoy decimos que nació de una familia. Una familia bendita, pero como las nuestras, pobre, sencilla, humilde, acosada, con fuertes sufrimientos y dificultades.

Un niño que venía de una familia, la familia trinitaria y se incorporaba a una familia de la tierra para desde aquí y a nuestro estilo recibir cariño y cuidado, calor y alimento, refugio y valor… pero sobre todo fe e ideales y valores.


Es muy importante el hecho de que Jesús naciera y creciera en una familia como algo querido por Dios dentro de los planes de salvación. Y qué necesario es para nuestras familias descubrir el proyecto desde la fe de esa Sagrada Familia: el ambiente de amor creado entre ellos; el estilo de valores y virtudes cristianas necesarias para vivir: el estilo de Dios dentro de la familia.

Es la “trinidad” que mas nos recuerda a aquella Trinidad de Dios por dentro; lo más parecido al amor perfecto. Una familia con Dios en pleno centro. Todos amándose y apoyándose; todos pensando sobre todo en el otro, confiando plenamente en el otro y todos abiertos a lo que el Señor les va pidiendo. Pero unidos en el amor, en los contratiempos, en las dudas, en la tristeza, en la alegría…

La familia cristiana viene a ser como un pequeño milagro donde florecen día tras día los valores más bellos de la vida: el amor, el perdón gratuito, la comunicación y el dialogo más hermoso, la fidelidad sin límites.

Esos valores que Jesús iría luego a lo largo de su vida transmitiéndolos en su Evangelio como fundamento de su reino.

La familia se define y se construye en el amor. Pero un amor auténtico. Porque el amor no es tarta que se consume, sino tarea que se construye; no es joya que se guarda, sino semilla que se cultiva.

Movida siempre por el amor, buscadora ilusionada de la paz en todas las tormentas, maestra de aguantar todas las situaciones adversas, soñadora de nuevas iniciativas de realización, de esperanza y de vida, con Dios como timonel, como faro y como puerto la familia cristiana navega, consciente de que es alternativa que debe ofrecer al mundo un estilo, una forma de vivir el amor y la familia desde la fe, desde la perspectiva de Jesús.

Cuando la pareja accede al sacramento del matrimonio no va únicamente a recibirlo pensando en obtener la ayuda de Dios para encontrar la felicidad. De eso ya se encarga Dios de forma maravillosa. También y sobre todo, acepta el compromiso de vivir la vida matrimonial – con la ayuda de Dios – de manera que el testimonio de vida sirva como alternativa, como experiencia, como ejemplo a seguir para brindar a muchas familias el tesoro de una vida matrimonial vivida al estilo de Jesucristo, para ser testigos de cómo Dios nos ama.

Y esa alternativa que ofrece la familia cristiana no es suya, es del primer loco del amor, del perdón, de la paz, de la fidelidad que fue Jesucristo, el Niño nacido en Belén. Para las alternativas no valen las palabras, los discursos, son necesarios los hechos.

Hechos y testimonio no solo de los padres, sino también de los hijos. Ellos también son sujeto de testimonio de vida de amor, de dialogo, de ayuda en la casa. Jesús está en medio de la familia y en todos irradia la fuerza de su amistad y de su amor e invita desde esta “iglesia doméstica” de la familia para que aprendan juntos a vivir el Evangelio: haciendo el bien, siendo solidarios, luchando por una sociedad más humana y más justa…

Y hoy más que nunca es necesario este testimonio cuando desde todas partes se intenta destruir la familia, el amor, la vida, la educación cristiana.

Pidamos todos para que nuestras familias vivan la presencia de Jesús y sepan anunciar con valentía los valores evangélicos.


Francisco Montesinos Pérez Chirinos